Lactancia: para cada problema, una solución
Pezones planos o invertidos: es fundamental que el bebé haga su primera mamada en la sala de parto o en la primera hora de vida, cuando el pezón y la areola crecieron por efecto de la oxitocina. También habrá que aprovechar las primeras 24 a 48 horas en las que sale calostro y la mama aún está blanda. Se debería evitar ofrecerle chupetes y mamaderas, ya que la experiencia oral con un objeto largo y duro es radicalmente distinta a mamar en un pezón.
Cuando los pechos están muy llenos: antes de que se prenda se debería extraer un poco de leche para ablandar la zona areolar.
Mamas supernumerarias: es el tejido mamario en una ubicación no habitual como, por ejemplo, la axila. Hay dos posibilidades: que tenga conducto de salida y que segregue leche como cualquier mama o que se trate sólo de tejido glandular –mucho más frecuente– y genere dolor al tercer día después del parto, pero luego, al no vaciarse, se torne improductiva. Para aliviar las molestias se recomienda el uso de analgésicos y frío local.
Dolor: es el principal síntoma de la mayoría de los problemas de la lactancia. Muchas mujeres piensan –erróneamente– que es normal que les duelan los pechos. Lo cierto es que la causa más frecuente de dolor en los pezones es el mal acoplamiento boca-pecho al mamar. Otra causa común está vinculada a la infección de la piel del pezón y la areola. En cualquiera de los dos casos, el dolor interfiere con el mecanismo de eyección de la leche haciendo que el bebé no reciba suficiente y lo manifieste con llanto, generando angustia en su madre, inhibiendo aún más la eyección de la leche y entrando en un círculo vicioso.
Grieta o fisura de pezón: en general se deben a técnicas de amamantamiento incorrectas, ya sea en la posición madre-hijo o en el acoplamiento boca-pecho. Se da por la presión o tracción exagerada del pezón o por el roce de la lengua en la punta del mismo cuando el bebé succiona en forma disfuncional. Si la grieta es leve o reciente, se corrige cuidando que la lengua del niño esté de frente al pecho y que el pezón y la areola queden dentro de la boca del niño. Después de cada mamada, se cubren la areola y el pezón con leche materna y se dejan secar al aire. De ser posible, ayuda exponerlo al sol unos minutos. Debe empezarse el amamantamiento por el pecho menos dolorido y habitualmente en 24 horas la situación se supera. En cambio, si la grieta es extensa y dolorosa, debe ponerse al bebé a mamar con los labios paralelos a la grieta de modo que los bordes entren juntos a la boca. Si el dolor es demasiado habrá que suspender una o dos tomas, realizar extracción manual cada 3 o 4 horas y darle la leche con cucharita, jeringa o gotero. No es recomendable usar crema de caléndula ya que mantiene más húmedo el tejido, demorando más la cicatrización.
Congestión por ingurgitación mamaria: se da durante la bajada de leche y puede deberse a un aumento de la vascularización (presión de los vasos sanguíneos) o a la acumulación de leche. Las mamas suelen estar sensibles, grandes, duras, pero puede extraerse leche. La prevención y el tratamiento consisten en aplicar una técnica de amamantamiento adecuada y darle de mamar frecuentemente. Si la congestión compromete la areola, el bebé no será capaz de introducirla en su boca y habrá que extraer la leche manualmente hasta ablandar la zona. La congestión por acumulación de leche puede acompañarse de edema (acumulación de líquido) que en casos extremos impide la salida de leche. Las mamas se ven muy duras, dolorosas, calientes y, en algunos casos, enrojecidas. El tratamiento incluye masajes para favorecer el vaciamiento, extracción manual frecuente y luego aplicación de frío local para disminuir la congestión. El cuadro cede cuando se disminuye el edema y la leche fluye nuevamente, aproximadamente a los dos o tres días de iniciado el tratamiento.
Reflejo de eyección inhibido: la inseguridad, la tensión y el dolor al amamantar pueden interferir con el reflejo de eyección de leche impidiendo un buen vaciamiento mamario y provocando, por lo tanto, una disminución en la producción de leche. El bebé se frustra al no obtener suficiente cantidad de leche como para satisfacer su hambre y se pone ansioso, se irrita, se aleja del pecho echando la cabeza hacia atrás, llora y no quiere acercarse nuevamente. Esto lo condiciona a rechazar el pecho cuando empieza la mamada, aumentando aún más la tensión de la madre. Alimentarlo con suplementos en mamadera no ayuda, se debe revisar la técnica de amamantamiento y solucionar la causa del dolor y tensión de la madre.
Reflejo de eyección excesivo: al iniciarse la mamada se puede descargar mucha leche y el bebé se atraganta o le produce distensión gástrica dolorosa. La mamá debe estar atenta a esta situación para retirar al bebé del pecho al observar que no puede con el volumen de leche y es conveniente que lo coloque sobre ella de cúbito dorsal o lo siente en posición vertical o a caballito. En estos casos, el bebé ingiere mayor volumen de la primera leche, que contiene más cantidad de lactosa y menos grasa, hecho que lo inquieta, lo irrita y le provoca cólicos, regurgitaciones, deposiciones frecuentes y líquidas. El problema se soluciona dándole la segunda leche (con más grasa y más calorías) en cada mamada, extrayendo un poco de leche antes de iniciar la mamada y dándole al principio sólo de un lado, espaciando el vaciamiento de cada mama.
Las complicaciones vinculadas a la lactancia tienen que ver con múltiples factores y pueden afectar tanto a la mamá como al bebé. Que sea exitosa depende, en gran parte, de un entendimiento óptimo entre ambos y de un apropiado soporte de la familia y del equipo de salud que los atiende. Toda consulta de lactancia debe ser considerada y tratada con urgencia, para evitar complicaciones.